Reflexiones sobre la enseñanza de la danza en el contexto chileno.
Thoughts on dance education in the Chilean context.
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Thoughts on dance education in the Chilean context.
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Probablemente la mayoría de nosotros siendo estudiantes de danza escuchamos alguna vez la frase: “Tienes que dejar todos tus problemas afuera antes de entrar a la clase”. Como estudiantes, muchos aceptamos esta frase sin cuestionamiento pensando que talvez era la mejor manera de entrenar nuestro cuerpo. Pero ahora, si entendemos que la danza es un arte que pretende comunicar y expresar un pensamiento y/o sentimiento, ¿qué sentido tiene entonces dejar de lado nuestras emociones? ¿No debiéramos quizás aprender de ellas, hacerlas conscientes, utilizarlas de un modo que permita enriquecer el movimiento a nivel expresivo? El libro The Student Dancer de Julia Buckroyd, intenta resolver esta problemática. Buckroyd, menciona en su libro (2000:42), que quizás deberíamos aprender a bailar siendo conscientes de nuestras emociones, utilizando estos sentimientos para poder enriquecer nuestro propio movimiento. Desde la psicología, Buckroyd propone valiosas herramientas tanto para profesores como para instituciones de la danza, que consideran altamente importante las implicancias creativas-pedagógicas al igual que el bienestar de los estudiantes. Por ejemplo, cómo tratar problemas psicoemocionales y crisis de los estudiantes dentro de su entrenamiento profesional. Comparto así su visión donde plantea que “instituciones de la danza deben asegurar un espacio integrado y cohesionado que permita a los estudiantes ser contenidos por una comunidad de la danza conectada […] instituciones deben estar conscientes de la gran importancia del bienestar emocional de sus estudiantes fortaleciendo redes y conexiones entre estudiantes” (Buckroyd, 2000:45). En el proceso de búsqueda de mi propio método de enseñanza de la danza, el libro de Julia Buckroyd me ha ayuda a entender que como profesores podemos estimular a nuestros estudiantes a usar su entrenamiento de manera creativa, incluso en clases de técnica donde las emociones no son negadas, sino que consideradas e integradas conscientemente. “Estudiantes deben ser activos en su aprendizaje de modo que puedan integrar su experiencia y su propio imaginario en su práctica con ayuda del profesor […] de esta manera el estudiante aprende a integrar su experiencia a través de la danza, para así hacerla propia y por lo tanto enriquecer su propia danza” (Buckroyd, 2000:48). El libro ofrece enorme evidencia que sustenta su propuesta, invitando a enseñar “tomando en cuenta el desarrollo del estudiante como persona” (Buckroyd, 2000:68). Ahora me pregunto, ¿cómo estos aspectos están o han sido integrados en las instituciones de danza en Chile? Esta pregunta nace desde mi propia experiencia como estudiante, experiencia que durante mis primeros años se desarrolló en un ambiente competitivo, donde la frustración y depresión era muchas veces avalada por los profesores. Particularmente en clases de técnica académica, pero también en otras instancias. Muchas veces como estudiante me sentí disminuida porque mis profesores solían concentrarse en mis errores por medio de ofensivos y crueles comentarios hacia mí y hacia muchos otros estudiantes de mi clase. Para una persona joven que aún está en proceso de desarrollo de conciencia de sí mismo, esto puede ser bastante destructivo. Por un lado, como profesores de danza debemos tomar responsabilidad por la salud mental de nuestros estudiantes, entendiendo que comentarios despectivos y/o favoritismos pueden dañar profundamente la autoestima de los estudiantes y su completo proceso de aprendizaje. Por otro lado, las instituciones de la danza deben establecer políticas que protejan el bienestar físico y psicológico de los estudiantes. Creo que éste asunto debiese importarle a toda la comunidad de la danza a través de una consideración activa de nuestras emociones e historiales dentro de la clase de danza. Solo así podremos lograr ese necesario ambiente creativo y de respeto para crecer íntegros como bailarines y personas. Emotions: in or out of the class?When I was studying dance, I heard more than once the following sentence, probably familiar to many dance students: “You have to leave all your problems outside the classroom”. As students, we accept this statement (perhaps even agree to it) thinking that it is the best way to train our bodies, as many teachers believe. But, with dance being a communicative art, how can we pretend to leave our own feelings behind or outside? Should we, is it good for us to do so? And what are the implications? When I first encountered Julia Buckroyd’s book The Student Dancer, I was left with the feeling that she was giving some of the answers to that. As she mentions in the book (2000:42), perhaps we should learn to dance while being conscious of our emotions, using our feelings so that in the long term we enrich our expressive movements. Coming from psychology, Buckroyd proposes in the book some valuable tools for dance teachers and dance institutions in this respect and, importantly, considering both the creative and pedagogical implications and the well-being of students. For example, she considers how to deal with and contain students´ crisis or psycho-emotional difficulties during professional dance trainings. I share her concern that “institutions must ensure a more cohesive and integrated place where students are contained within a network of connection and contacts […] institutions must be aware of the huge importance of the emotional welfare of the student, and take a step to foster connections between students” (Buckroyd, 2000:45). In the process of finding my own way of teaching dance this book helped me understand the impacts dance teachers have in the development of self-awareness, and how dance teachers can encourage students to use their training creatively. Buckroyd’s analysis proposes to maximize the student capabilities by supporting their infinite creative possibilities through (and not outside) the dance training: “Students should be active in their learning applying their own imagery from their own experience with some prompt from the teacher […] in this way the student will learn to use dance to integrate their experience, to make it fully their own, and thereby enrich their dancing” (Buckroyd, 2000:48). The book is full evidence supporting this claim, working as an invitation to teach with an “informed concern for the student´s development as a person” (Buckroyd, 2000:68). Since reading the book, I have been left wondering how these aspects are or have been integrated by dance institutions in Chile. In many ways, my experience as a student was the opposite from this, in an environment that celebrated competitive practice, where frustration and depression were encouraged by our teachers actively. Particularly in ballet classes, but also in other instances, I felt minimized and diminished because my teachers used to focus on what I was doing wrong by using offensive comments that were cruel to me and to many students in my class. For a young person who is still in the stage of developing self-awareness this way of learning can be quite destructive. On the one hand, dance teachers have a huge responsibility in our student’s mental health: we must know that derogatory comments can damage deeply our students’ self-esteem and their entire learning process. On the other hand, dance institutions should set policies that safeguard the student’s physical and psychological wellbeing. I think this matter seek attention of the entire dance community having actively consideration of our emotions and feelings in the dance class. Only then, we could be able to find a creative and respectful environment to grow complete as a dancers and person.
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El Reporte Estadístico N°1 de la Danza (2012) del CNCA reveló que solo un 23.5% de los chilenos asistieron a algún espectáculo de danza el año anterior, cifras similares a las que arroja la Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural ENPCC (2012), y que están muy por debajo de las audiencias de otras artes en Chile. Llama la atención, en contraste, que en el último Catastro de la Danza (2012) realizado por el Consejo de la Cultura y de las Artes CNCA, demostró que el principal trabajo que realizan los profesionales de la danza es de profesor, por sobre intérprete y coreógrafo. ¿Si el foco laboral está tan instalado en la enseñanza de la danza, cómo podemos entonces explicar cifras tan bajas de audiencia? Me atrevería a afirmar que una de las principales razones por las que la gente asiste a espectáculos de danza (ese 23.5%), es porque tienen familiares y/o amigos involucrados, y no porque haya un real interés en la danza como arte. Y el problema de que no haya un real interés, creo que está directamente vinculado a que nunca hemos enseñado a apreciar la danza. Me ha llamado la atención en mi experiencia estudiando en el Trinity Laban Conservatoire en Londres, que la enseñanza de la danza en el Reino Unido busca desarrollar tres áreas fundamentales, que son creación, ejecución y apreciación. La apreciación es, sin duda, el área más relevante de todas, como lo plantea Jacqueline M. Smith-Autard en su libro The Art of Dance in Education (2002), libro que en el Reino Unido es un modelo clave para la enseñanza de la danza. En esta lógica, la percepción estética de la danza va de la mano con la enseñanza, y se alcanza sólo mediante la creación, ejecución y observación/análisis de la danza. Tanto niños, como jóvenes y adultos que participan en clases de danza tienen la capacidad de reconocer conceptos básicos de la danza como arte, dentro de contextos formales o informales de educación. En mi experiencia como profesora en Chile, creo que el énfasis está dado principalmente en la ejecución, con un segundo lugar a la creación, en el modo en que se enseña la danza, pero prácticamente no se incluye apreciación en la educación. El espectáculo de danza de “fin de año” es un requerimiento importante en la mayoría de los trabajos para profesores de danza, lo que de algún modo “obliga” a los profesores a enfocar la enseñanza en procesos de creación y ejecución. Por lo mismo, me parece incierto el espacio que se abre en la clase de danza en Chile -en términos generales- a la observación y análisis del movimiento de los estudiantes/participantes. Si este elemento de la educación no se incluye: ¿Estamos realmente desarrollando la capacidad crítica, analítica y estética de nuestros estudiantes, que les permitan apreciar la danza más allá de su práctica educacional? Sería interesante discutir esto con los profesores de danza para saber sus experiencias y poder compartir y discutir inquietudes: ¿Hay interés en incorporar la apreciación en la clase de danza? Y si no la hay, ¿Qué argumentos pedagógicos -si es que existen- se dan en Chile para justificar su ausencia? Creo firmemente que como profesores de danza tenemos la responsabilidad de generar e impulsar el conocimiento en torno a la danza sin importar el estilo o contexto dónde nos desarrollemos, y que es tarea nuestra aumentar el interés por el arte de la danza en todas las etapas de la enseñanza. Como gremio, somos también responsables de esas cifras, y debemos tomarlas en cuenta con seriedad para crear las audiencias que alimentarán la danza como arte -en sus diversos estilos y géneros- hoy y mañana. |
Camila MirandaBailarina y Profesora de Danza. ArchivesCategories |